Bogotá ha sido
escenario reciente de manifestaciones de ciudadanos que protestan por la
imposición de carriles segregados para bicicletas en espacios utilizados por
carros y motocicletas.
Germán Alfonso Prieto
R.*
Los argumentos de
estos habitantes de zonas como El Batán, Tunjuelito, Suba y Ciudad Jardín del
Sur, son similares:
- Se van a desvalorizar
sus predios;
- Van a disminuir las
ventas de locales comerciales;
- Va a aumentar la
inseguridad;
- El trancón va a
agravarse porque hay pocas vías y ahora se les va a quitar espacio;
- ¿Para qué construir
bici-carriles si nadie los utiliza?;
- Esta es una locura y
una ‘chambonada’ de Petro, que va en contra de la lógica y de las necesidades
de movilidad;
- Deberían hacer los
corredores de bicicleta en los andenes (tal como se ha construido la mayor
parte de las ciclorrutas), no en las vías;
- Esta medida se impuso
a la ciudadanía sin posibilidad de opinar o modificar nada.
Sin duda, hay mucho de
cierto en este último argumento. En Bogotá nunca hemos sido buenos en llevar a
cabo procesos participativos donde la comunidad no solo pueda expresar su
opinión sino hacer parte del diseño y el cambio para su ciudad. Pero este no un
problema de esta o de otra alcaldía, sino una tradición local, y donde la
desidia de los ciudadanos juega un papel principal.