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Peñalosa no dialoga ni negocia


La actitud intransigente del alcalde mayor de Bogotá no solo crea resistencia entre la gente sino que lleva a errores que impiden su progreso. Los colegios por concesión y la contaminación de los buses son dos pruebas muy tangibles.    

 Ángel Pérez Martínez*

 Un alcalde terco
Enrique Peñalosa logró que el Concejo de Bogotá le autorizara el uso de vigencias futuras para que trece nuevos colegios puedan funcionar durante los próximos diez años (2019 a 2028) bajo la modalidad de concesión a operadores privados. Con esto da continuidad a uno de los programas que había comenzado en su primer gobierno.
Es lo mismo que ha hecho Peñalosa en relación con Transmilenio, con el metro o con las propuestas de renovación urbana, decisiones con las cuales nos demuestra que volvió para terminar una obra de gobierno que había sido prevista desde 1998.
Pero la terquedad del Alcalde también implica rigidez o inflexibilidad. Una vez elegido, Peñalosa no intentó negociar ningún tipo de acuerdo con los 34.889 docentes oficiales de Bogotá, ni con el resto de la comunidad, es decir, lo 800.000 estudiantes y más de 1.200.000 padres de familia que se benefician de los colegios oficiales.  
Es más: Peñalosa optó por el modelo de colegios en concesión a sabiendas de que no era del agrado de los docentes oficiales, quienes lo consideran un paso hacia la privatización. Así perdió el aval de gran parte del profesorado en Bogotá -y en resto de Colombia-. 

Educación desigual

Colegios en Bogotá.  Foto- Alcaldía Mayor de Bogotá
Según la Secretaría de Educación, los colegios por concesión cuentan con un mejor clima escolar, vínculos más estrechos con instituciones de educación superior y registran tasas de deserción menores que la que de los colegios públicos.
Sin embargo, la Asociación Distrital de Educadores (ADE) afirma que las condiciones laborales para los profesores de esos colegios son injustas, pues tienen que trabajar los sábados y los contratos son a término definido, de modo que reciben salario 10 meses al año.
En Bogotá los niños maltratados, desplazados y con atraso van a los colegios oficiales, mientras que los pobres más hábiles se pelean por un cupo
en los colegios en concesión.

Si bien estos colegios ofrecen mejores condiciones para los estudiantes que las instituciones oficiales, su efecto para el sistema educativo es mínimo, pues mantienen los altos niveles de desigualdad que caracterizan a nuestra ciudad. Así, en Bogotá los niños maltratados, desplazados y con atraso van a los colegios oficiales, mientras que los pobres más hábiles se pelean por un cupo en los colegios en concesión.
La lista de exclusiones no termina ahí. En 2004, el entonces alcalde Garzón denunció que, de 710 sedes educativas oficiales, 434 podían derrumbarse en cualquier momento. Así mismo, el entonces alcalde señaló que más de 120.000 estudiantes no tenían donde estudiar, de manera que su administración tuvo que reconstruir y dotar más de 200 sedes educativas y construir 40 colegios oficiales nuevos. Con una inversión de más de 2 billones de pesos, esa administración logró mejorar la educación de más de 300.000 estudiantes. En contraste, para 2004 los colegios en concesión sólo atendían 25.000 estudiantes.

Estados Unidos: un mal modelo

Los colegios en concesión son una copia del modelo educativo estadounidense. A finales del siglo pasado, este país obtuvo pésimos resultados en las pruebas internacionales TIMMS y PISA, lo cual llevó al gobierno a reformar su sistema educativo.
Para comenzar, los estadounidenses convencieron al mundo de que invertir más en educación no necesariamente produce buenos resultados; el gobierno colombiano compró esta idea sin mayor discusión. En ese entonces, Estados Unidos invertía 7.000 dólares por estudiante en la educación oficial, mientras que Colombia gastaba menos de 1.000 dólares por niño. Actualmente Estados Unidos gasta 11.000 dólares por estudiante, mientras que Colombia se mantiene en la misma cifra del siglo pasado.  
La segunda decisión del gobierno estadounidense fue avanzar en la privatización de la educación oficial básica y media mediante los colegios en concesión (charter schools). Este modelo tenía dos propósitos: reducir costos y mejorar la calidad de la educación, lo que debería reflejarse mejores resultados en las pruebas internacionales.  
Sobre los costos, un estudio llevado a cabo por la Universidad de Harvard encontró que en 14 áreas metropolitanas de Estados Unidos los estudiantes de los colegios en concesión reciben en promedio 5.721 dólares menos por estudiante que las escuelas públicas tradicionales.

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