Las ciudades son como organismos vivos, crecen, se desarrollan e incluso con frecuencia se enferman. Las calles son entonces, un enorme sistema de circulación y los edificios férreas estructuras óseas.
Como nosotros las ciudades tienen un carácter, un espíritu que las transforma y las motiva, que suele estar en debate con el resto del cuerpo y lo reta cada vez que puede. Ese espíritu a veces abstracto, a veces contundente y presente es el ARTE.
Esta metáfora que se le ha ocurrido a varios académicos y filósofos que piensan las ciudades, está presente en un inquietante graffiti de la carrera 30 en Bogotá. Sobre la calle 26 no muy lejos, en un gesto histórico del IDARTES que le da espacio a los nuevos muralistas del siglo XXI, un par de jóvenes del Bronx víctimas y victimarios de la violencia que produce la misma ciudad, se dan un estremecedor beso que alcanza la altura de un edificio de 8 pisos y es réplica de aquella famosa fotografía de Robert Dosneau. No muy lejos, los esqueletos de un par de mamuts en medio de una lujuriosa lluvia de signo pesos protestan por la explotación minera, justo al lado para evitar cualquier otra interpretación se resalta en colores vivos la frase ¨Tejiendo esperanza¨.
Pero como toda libertad trae consigo nuevas responsabilidades, la autorregulación es el mejor camino para que los artistas sepan dónde y para que pintar. El patrimonio arquitectónico o artístico, por ejemplo, son espacios sagrados que deben respetarse entendiendo que en ellos está grabada también la mirada de un tiempo y el anhelo colectivo de una sociedad que ha decidido preservar la memoria en ese monumento, de la misma forma los espacios privados pueden habilitarse con una gestión oportuna y el sector público está repleto de lugares que pueden ser intervenidos.
Es importante también hacer la distinción entre el arte urbano y otro tipo de grafitti que llega al espacio público como marca territorial entre grupos de jóvenes, como mensaje de la protesta social o emblema de una barra de fútbol o cultura urbana determinada. Todas ellas producto de distintos procesos sociales y urbanos que necesitan otro tipo de acompañamiento, e incluso en algunos casos de regulación.
Tras la aprobación del acuerdo 482 de 2011 la administración distrital asume la difícil tarea de regular lo que por sustancia pareciera difícilmente regulable. Aunque ya existe un decreto distrital que debe promover acciones transversales e intersectoriales, en el IDARTES hemos insistido en el fomento de las buenas prácticas, la apertura de convocatorias para crear en espacios no convencionales, la autoregulación afirmativa y responsable, la sanción social y sectorial de quienes no cumplan con los acuerdos, la comunicación alternativa y el desarrollo de intervenciones en corredores principales de la ciudad, que permiten que la ciudad de Bogotá hable a través de sus muros.
El Idartes realizó 48 intervenciones de gran formato y 52 de mediano formato. Arte mural que transformó espacios públicos de una ciudad que decidió hablar a través de sus muros. Quedan, para millones de bogotanos y miles de turistas que desde Europa buscan esta ciudad como la segunda capital del arte urbano después de Berlín, “El beso del Bronx” de la calle 26; el rostro de Jaime Garzón en medio de cientos de caminantes desprevenidos que transitan los pasos de quienes ya caminaron esta tragedia; los esqueletos de mamuts y dinosaurios que denuncian la explotación minera a gran escala y la frase, en medio de imágenes que recuerdan los cuadros Guayasamín reclamando una paz con pan.
También el rostro conmemorativo de García Márquez dando la bienvenida a Macondo, en plena carrera décima con calle 13; el mural gigantesco en el cual, un niño custodiado por Diego Felipe Becerra, nuestro grafitero asesinado, dice con su camiseta, en medio de una sonrisa, “En Bogotá los feos somos más”; la fotografía gigante donde Luz Marina Bernal, una de las madres de Soacha, aparece en silencio llorando en una cama solitaria, vigilada por las fotografías de su hijo pegadas a la pared, uno de los miles de jóvenes asesinados en las primeras décadas del siglo XXI. Lo invitamos a que levante la vista y observe en el costado noroccidental de la Plaza de Bolívar el rostro más conmovedor que la dignidad ha fotografiado en este país.
Bogotá, como otras grandes ciudades, es escenario de muchos cambios y transformaciones. Lejos de ser uniforme y homogénea, nuestra ciudad presenta una enorme pluralidad de mundos, usos, prácticas formas de encuentro y socialización. Esa creciente complejidad nos muestra una Bogotá en las que sobre los sentimientos de miedo o pérdida de valores, emergen nuevos mundos, maneras de ver y hacer, se redefinen sujetos y colectividades y se construyen nuevos sentidos. Las ciudades son el lugar del orden y a la vez del deseo de transgredirlo, de lo dado y de la afirmación de lo posible. Allí, entretejidos con una realidad intensa surgen nuevas sensibilidades, se mueven nuevas pasiones, se habitan nuevas prácticas culturales que retan con creatividad lo establecido, que reclaman transformaciones sociales.
En Bogotá trabajamos para que te sientas vivo.