Carlos Vicente de Roux- Bogotá Humana le ha impuesto a la ciudad un viraje fuerte hacia la equidad en materias tan importantes como el crecimiento urbano, los subsidios, la infraestructura de la movilidad y el manejo de las basuras. Los sucesores de Petro deben respetar esos logros y consolidarlos, con ajustes.
Es prematuro hablar de la herencia del
gobierno de Petro en Bogotá, porque el cargo podría serle restituido.
Pero es
oportuno reseñar las marcas más fuertes que hasta ahora le ha dejado a la
ciudad. En lo social y lo ambiental se trazó metas muy ambiciosas y aunque logró
avances importantes, se estrelló con dificultades que los deslucieron. Entre
ellas están la escasez de suelo para las infraestructuras, las deficiencias del
tejido empresarial privado que suministra bienes y servicios al Estado, la
debilidad de las instituciones distritales y la falta de experiencia en
planeación y gerencia del alto mando de Bogotá Humana.
Pero hay
frentes en que Petro rompió claramente con la inercia que se traía e hizo
virajes fuertes hacia la construcción de equidad, que ya han dejado un sello en
la marcha de la ciudad. Los posteriores gobiernos no sólo deberían respetar
esos cambios sino consolidarlos, aunque sin dejar de hacerles los ajustes
pertinentes.
Bogotá Humana planteó un modelo
de ocupación del territorio que busca frenar la expansión urbana como una
mancha de aceite sobre la sabana, y la tendencia a arrojar a los pobres a áreas
de difícil acceso y sin servicios sociales.
La
alternativa es hacer crecer la ciudad en altura. El nuevo enfoque ha incluido
una mayor protección de las estructuras ecológicas, la recuperación y
revitalización del centro y el cambio de las normas urbanísticas para poder
llevar colegios, hospitales y otros equipamientos a las periferias donde viven
las personas de escasos recursos. También contempla un esquema de reparto de
cargas y beneficios de los proyectos de urbanismo y construcción, entre el
sector privado y el público, mucho más favorable para la ciudad.
Habría
que modular, sin embargo, lo de la reubicación masiva de poblaciones pobres en
el centro rehabilitado, porque el suelo va a ser muy caro allí y se corre el
riesgo de tenerles que ofrecer soluciones poco funcionales, como apartamentos
minúsculos en torres enormes.
En una
economía de mercado las autoridades locales pueden regular la ocupación del
territorio pero sólo hasta cierto punto. Si se ponen demasiado estrictas,
mientras los municipios vecinos son permisivos, la inversión inmobiliaria y la
construcción se desplazarán a estos últimos. Por esto y porque Bogotá como ciudad
está desbordando las fronteras del Distrito, el desarrollo territorial tiene
que concertarse con municipios aledaños y con el Departamento de Cundinamarca.
De allí que sea urgente reabrir una discusión que permita darle al Plan de
Ordenamiento Territorial los soportes sociales, institucionales y jurídicos que
requiere una apuesta normativa de tanta relevancia.
Petro se
embarcó en una política de subsidios audaz, que merece mantenerse. A diferencia
de lo que pasa con otros instrumentos de promoción de la equidad, la
implementación de subsidios a los precios de los servicios es expedita, y su
impacto en la economía de los hogares pobres es inmediato.
Bogotá
tiene la solvencia necesaria para darlos a gran escala. Sin embargo, pueden
distorsionarse si no se los focaliza bien, como sería el caso de la tarifa de
Transmilenio en hora-valle. Y cuando pasan de cierto límite pueden
comenzar a traer problemas fiscales. En este año, la simultaneidad entre el
subsidio al Transmilenio en hora-valle, el de todo el día a los niveles
inferiores del Sisbén, y los pagos a los transportadores para garantizarles
unos ingresos mínimos durante el arranque del Sistema Integrado de Transporte
Público (los tres factores suman $812.000 millones), aunque no pondrá en riesgo
la estabilidad fiscal del Distrito, obligará a hacer recortes significativos a
otros programas sociales de Bogotá Humana.
Comoquiera
que sea, el mínimo vital de agua para los estratos 1 y 2 ha sido un éxito –ha
tenido, incluso, el curioso efecto de reducir el consumo, porque las familias
lo ajustan para no gastar más de los 6 M3 mensuales y no tener que pagar suma
alguna–. Y vale recordar que los subsidios al transporte masivo son pan de cada
día a lo largo y ancho del mundo.
El plan
de obras para la movilidad que la administración acordó con el Concejo
por un monto de $4 billones, es excelente. Incluye los mega proyectos que se
venían preparando de tiempo atrás, como el metro, la troncal de Transmilenio
por la Boyacá y los cables aéreos. Y, por primera vez en la historia de Bogotá,
complementa la valorización, que solo permite construir calles y avenidas en
los sectores que pueden pagarla, con recursos de endeudamiento, para llevar
vías arterias a grandes conglomerados de población, de estratos 1, 2 y 3, que
están embotellados. Esas arterias ayudarán, además, a desahogar las autopistas
de entrada y salida de la ciudad. Lo que corresponde ahora es garantizar que
las licitaciones de todas esas obras se realicen con rapidez, y con altos estándares
de acierto y transparencia.
Petro
rompió el oligopolio de las basuras, montó una empresa distrital que atiende el
52% del mercado y comenzó a aplicar un esquema de inclusión de los
recicladores. Aunque coqueteó con la idea de que aquella se convirtiera en un
monopolio –como la EDIS, de ingrata recordación– las cosas derivaron en un
modelo mixto, público-privado, que en principio es lo ideal. Sin embargo, el
asunto está en el filo de la navaja. Las inversiones en equipos y otros rubros
para echar a andar la empresa pública, que no fueron las más acertadas, pueden
malograrse. O pueden potenciarse, si la empresa es capaz de conservar y
valorizar su posición de mercado bajo un régimen de libre competencia, o bajo
el de zonas exclusivas, en tanto logre hacerse a una o varias de éstas en una
licitación.
Como se
ve, los principales logros de Bogotá Humana no han estado relacionados con la
creación o el mantenimiento de esquemas administrativos de gran magnitud para
proporcionar servicios sociales, sino con medidas osadas pero de gran impacto.
Esto es tanto una fortaleza como una debilidad, porque la consolidación de los
efectos de esas medidas necesitará de soportes administrativos y logísticos muy
robustos.